“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.

NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein

“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”

Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16




martes, 25 de junio de 2013

Cuando estoy en la montaña y el tiempo es bueno





Cuando estoy en la montaña y el tiempo es bueno, después de la pequeña siesta leo en la mesa auxiliar de la cocina, con las ventanas abiertas de par en par. En esos momentos, en la mesa hay un libro, un bloc pequeño y uno grande, un lápiz para subrayar y al menos dos pilots de colores diferentes. Casi siempre una taza de café o de té. En el alféizar, que tapa la mesa, un cenicero, porque con todo abierto el olor a tabaco se va por la ventana.

Procuro leer libros fáciles, para mirar cada rato los cerezos, el enorme a la izquierda y a la derecha uno de ocho metros, que nació solo a partir de una raíz del grande. Este no solo es alto, sino que se abre como un enorme paraguas protector para gigantes. Hay una lucha, porque todos quieren podarlo para que dé más cerezas (y más fáciles de recolectar), pero yo no quiero cerezas; solo quiero que exista como es. Sé que un día perderé la batalla.

También elijo libros muy difíciles, para quedarme en una frase y repetírmela viendo los árboles o la montaña, hasta que le encuentro sentido o renuncio a conseguirlo.

Cuando el sol se pone, bajo a la huerta, donde está Ardilla leyendo y nos ponemos cara al sol, que se va colando por entre los huecos del cerezo pequeño. Hablamos. A veces nos decimos que somos felices allí, los dos solos. Otras, uno acusa al otro de haber trabajado demasiado y estar de mal humor, que es una de las grandes tonterías que se puede hacer en un sitio así. Al que estaba de mal humor, se le pasa.

Cuando el sol se oculta tras la casa vecina, cerramos la puerta de la huerta y nos vamos de bares.


miércoles, 19 de junio de 2013

El flujo de conciencia en el Taller de Lara Moreno

[Ya conté en el preámbulo de long distance call 1 que tenía que escribir un ejercicio de diálogo, pero que paseando por esas calles se me ocurrieron tres partes. La segunda era un flujo de conciencia y cuando Lara dijo que el tema siguiente era ese grité eureka y me dije que ya le podía dar a la segunda parte. Quien no haya leído la primera, le aconsejo que empiece por ahí. La tercera tardaré, porque aunque sé todo lo que pasa, elegí el modo y estilo que me son más imposibles, así que todavía no sé si sabré hacerlo]



long distance call

Parte 2


animal vegetal geología es lo que hay a joderse buchito de vino de vino de la botella ay cuando era alcohol más fuerte que me calentaba desde el centro y era combustible de avión para el cerebro y caminar y otro vaso y caminar y pensar y otro que llegaba a casa como con una enciclopedia en la cabeza un animal salvaje pero ahora me duermo cuando tomo unos vasos de eso de animal a vegetal instantáneo aunque no plantado todavía en una maceta ¿podré librarme de eso, de la maceta y del dolor? es lo que veo en los ojos de los de mi edad ese miedo la geología no asusta es como mucho un cambio de conciencia que a lo mejor recuerda al animal mientras queden algunos que la alimenten con sus recuerdos de ti debería estar prohibido recordar a los muertos no vaya a ser que   considerarse un acto de impiedad otro trago de vino venga que calienta de a pocos y activa la mente para recordar la animalidad la única vida que ha merecido la pena si no fuera porque quiero leer un libro más de los mil que deseo leer y releer tres más de los tres mil que deseo releer no habría causa suficiente para el combate o por el cariño que siento por algunos si no fuera porque Clara me llamará cuando se haya acostado y la mentiré diciendo que yo también estoy en la cama pero ahora no duermo cuando ella no está me adormezco a ratos si no toco esa piel que me convenció que era mejor no amar a los hombres aunque solo sea poner la yema de un dedo en su espalda pero ahora no está porque a veces queremos estar solos venga  el último trago y abrir otra botella para inventarme la historia de este día y pero dónde habré dejado el sacacorchos

martes, 4 de junio de 2013

El diálogo en el Taller de Lara Moreno

[De las formas posibles de diálogo, elegí como práctica uno que solo tuviera diálogo, sin la menor narración y ninguna acotación. Es un ejercicio, pero en realidad, aunque no me ha dado tiempo a completarlo, paseando he escrito en mi cabeza dos partes más, una no dialogada y una tercera de diálogo absoluto. Quizá las escriba en unos meses o años, pero como es más fácil que no, pongo el ejercicio, que para mí fue un desafío].


Long distance call

— [...]
— ¡Abuelo!
— ¿Cómo estás, pequeña albóndiga?
— Ya no soy una albóndiga, he crecido.
— Tendré que verlo antes de cambiarte el nombre. Este verano eras una albóndiga que empezaba a estirarse como un espagueti. Pero solo empezabas
— ¿Por qué no llamas por el ordenador y nos vemos mientras hablamos?
— No tengo ordenador.
— ¿Nooo? ¿Eres pobre?
— Uff, siempre me haces preguntas difíciles. ¿La abuela es pobre?
— ¡Noooo! Me lleva al cine y al salir me invita a chocolate con pasteles, ¡todos los que quiera comer! Tiene mucho dinero.
— Entonces yo tampoco lo soy, porque la Abuela y yo lo compartimos todo, como tu mamá y papá.
— ¡Pues cómprate un ordenador y así nos vemos!
— Ya tengo uno en la casa de la ciudad, que conoces.
— Pero si no pasa nada por tener dos. Mamá los tiene.
— ¿Y para qué quiero un ordenador en la casa que alquilé en un pequeño pueblo, para pasar los meses en los que Abu ha ido a cuidarte?
— Podías haber venido con ella, en la cama cabéis los dos.
— Ya te dije la otra vez que hablamos que eso no es una buena idea. Así Abu se dedica a cuidarte solo a ti... y yo aquí tengo silencio y puedo escribir.
— ¡Pero si no tienes ordenador!
— Tengo decenas de cuadernos, muchos lápices y bolígrafos.
— ¿Y tienes televisión?
— No, señorito.
— Te tienes que aburrir mucho.
— ¡Qué va! Hay paseos muy bonitos por la montaña, y vacas, ovejas, perros sueltos, cerdos, gallinas. ¿A que en la ciudad no tenéis eso?
— Perros sueltos, no.
— Y de vacas y lo demás, ni sueltos ni atados. En el bar donde como y ceno, me he hecho amigo de José. A veces lo acompaño por la mañana a subir las vacas a un valle alto, para que coman, con unos perros grandes que las vigilan. Como me he hecho amigo de los perros y las vacas me conocen, si José tiene mucho trabajo por la tarde, le digo que no se preocupe y subo yo solo, con un palo muy largo. Los perros vienen a saludarme, porque hago una trampilla y les doy galletas. Las vacas, que me conocen y se fían de mí, me obedecen y me siguen hasta el corral del pueblo. ¿A que te gustaría bajar la montaña con las vacas y los perros?
— ¡Síii! Llévame.
— Cuando cumplas dos años más, dejamos solos a papá, mamá, el hermanito que viene y a Abu, y en verano te traigo aquí a que me ayudes a hacer de pastor de vacas.
— No creo que me dejen.
— ¡¿Cómo no te van a dejar, si te cuido yo?!
— Vale. ¿Quieres que se pongan mamá y papá?
— Noooo, que son muy aburridos, siempre hablando de ciencia.
— Eso lo hacen contigo, porque eres viejo. Conmigo juegan y hablan de otras cosas.
— Qué suerte tienes. Les has de enseñar a que también a mí me hablen de otras cosas. ¿Vale?
— Vale. ¿Te paso a Abu?
— No, Martinete. Con ella hablo todas las noches, cuando ya estamos en la cama.
— Pues colgamos, ¿eh?, que me va a llevar al parque.
—  Besos, que lo paséis bien.
— Lo de las vacas, es una promesa, ¿eh?
— Dentro de dos años. Prometido.
— Adiós, Abuelo.