Con las librerías atestadas, fui usando tres mesitas de
libros de lecturas urgentes que ahora, por estar amontonados en equilibrios
inestables, amenazan con derrumbamientos de imprevisibles consecuencias. A
veces tengo que encajarlos horizontalmente, condenándolos a una difícil
visibilidad en los espacios mínimos que
quedan sobre los colocados verticalmente. Por la noche, entre sueños, los oigo
conversar y quejarse de su situación, hacen cálculos de los años de vida útil
que me quedan de capacidad lectora, y saben que no todos ellos podrán
ser leídos: les enfurece mi falta de previsión. El problema es que no los
compro por impulsos estúpidos: cada uno de ellos ocupa un lugar precioso en mis
necesidades, me lo he traído a casa por un razonamiento que lo convierte en moralmente imprescindible. Si
tienen razón en sus aritméticas será el fracaso más grande de mi vida, que se
cerrará con una lista larga de acciones pendientes que me robará esos últimos
minutos de serenidad. Ayer, por ejemplo, decidí que no me apetecía cocinar y
cogí dinero para comer fuera, contrariando mi postura de que no comer en casa
es tonto. Me gasté el dinero en un librito de bolsillo y tuve que regresar y
hacerme una tortilla de patatas, sumido en un estado de humillación por mi
conducta. Cuando por la noche oigo sus conversaciones, aprieto la almohada
sobre el oído que no está aplastado sobre el colchón. El temor no desaparece
con esa trampa infantil. Imagino que en cualquier momento me atacarán cayéndome encima, o lanzándose sobre mi cabeza.
“Lo primero que hay que hacer para salir del pozo es dejar de cavar”. Proverbio chino.
NO PODEMOS RESOLVER PROBLEMAS PENSANDO COMO CUANDO LOS CREAMOS. Albert Einstein
“Si a alguien le indigna más ver un contenedor ardiendo que una persona comiendo de él, tiene que revisar sus valores”
Sobre los poderes de siempre y los emergentes: "“No nos parece mal que nos muerda un lobo, pero a todo el mundo le saca de quicio que le muerda una oveja". Ulises de Joyce, Cap. 16
jueves, 23 de octubre de 2014
sábado, 11 de octubre de 2014
Ya nada sucede
Ya nada sucede
eso perteneció a los tiempos
en los que lo del deseo, lo de la
voluntad, lo de la curiosidad,
cuando les sucedíamos a las cosas,
que te ignoran si no vas hacia ellas.
Como polillas inocentes nos lanzábamos
sobre los puntos de luz, las
oscuridades,
y salíamos chamuscados o helados de
frío,
pero el mundo nos premiaba dejándonos
traspasar el cristal de la ventana
cerrada.
¿Mereció el placer, vale desde el
hoy la pena?
Las preguntas directas no tienen
respuesta
he llegado a la etapa de la delicadeza
de abrir una botella de vino con
dos copas
conversar sin la necesidad de
levantar la voz
circunvalar los asuntos, no hacer
sangre.
Nada sucede a nada le sucedo.
Ya no se aceptan propinas
ni respuestas.
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